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LA ISLA DE LOS ANTROPÓLOGOS -  IBAN ZALDUA

 

"Soy historiador de formación y, por ahora, también de profesión; de hecho, ejerzo como profesor de Historia Económica en la Universidad del País Vasco, más concretamente en la Facultad de Letras de Vitoria, que es la ciudad en la que vivo. En estos momentos, además de algunas esporádicas colaboraciones en prensa, coordino dos talleres de lectura (en Vitoria y en Mondragón) y formo parte del consejo de redacción de la revista electrónica de literatura Volgako Batelariak. En 1989 publiqué mi primer libro: Veinte cuentos cortitos. Luego vinieron los libros de cuentos en euskara Ipuin euskaldunak (1999, en colaboración con Gerardo Markuleta), Gezurrak, gezurrak, gezurrak (2000; su traducción la publicará Lengua de Trapo), Traizioak (2001) e Itzalak (2004), así como La isla de los antropólogos y otros relatos (2002), este último en castellano. He publicado, además, un breve ensayo sobre la literatura vasca actual (Obabatiko tranbia. Zenbait gogoeta azken aldiko euskal literaturaz, 1989-2001, 2002) y dos novelas breves para jóvenes, Kea ur gainean (2002) e Ile lucen kondaira (2004).

 

En todo caso, he de decir que escribo relatos: soy, fundamentalmente, un cuentista. No creo que los oficios de cuentista y de novelista sean antitéticos, pero sí sé -lo he comprobado- que son muy diferentes. Como por lo visto decía John Cheever, al menos según Rodrigo Fresán: «Un cuento o un relato es aquello que te cuentas a ti mismo en la sala de un dentista mientras esperas que te saquen una muela. El cuento corto tiene en la vida, me parece a mí, una gran función. Es, también, en un sentido muy especial, un eficaz bálsamo para el dolor: en un telesilla que te lleva a la pista de esquí y que se queda atascado a mitad de camino, en un bote que se hunde, frente a un doctor que mira fijo tus radiografías... Pasamos el tiempo esperando una contraorden para nuestra muerte y cuando no tienes tiempo suficiente para una novela, bueno, ahí está el cuento corto. Estoy muy seguro de que, en el momento exacto de la muerte, uno se cuenta a sí mismo un cuento, y no una novela». Quizás porque, como afirmaba Ambrose Bierce, la novela es «un relato corto cuando se hincha... Que sus restos descansen en paz -aunque algunos de ellos se siguen vendiendo muy bien-». En todo caso, es posible que yo escriba relatos porque, como dijo Joseba Sarrionandia, «los niños no piden a sus padres que les cuenten novelas, sino cuentos».

 

LA ISLA DE LOS ANTROPÓLOGOS

 

Primer conjunto de relatos en castellano de un cuentista nato, plenamente reconocido ya por su obra en euskera. Habilidad narrativa y humor a grandes paladas configuran la obra del joven Iban Zaldua (San Sebastián, 1966).

 

La isla de los antropólogos es su quinto libro de cuentos y el segundo que publica en castellano. Se trata de narraciones en tono humorístico donde a menudo se nos muestra a tipos que han dedicado pacientemente toda una vida de sacrificios a una tarea más o menos utópica que finalmente no sirve para nada o para lo contrario de lo que buscaban. Abundan las mutilaciones "exigidas por el guión", aunque la habilidad del autor consigue que no sean nunca textos escabrosos ni sangrientos, sino, más bien, muy inteligentes y divertidos.

 

La prueba es que los argumentos de los cuentos recopilados en esta obra son un alarde de imaginación poco corriente en la literatura actual: un republicano infiltrado recibe un nombramiento de ministro; el creador del primer catastro ordena destruir aquellos pueblos a los que su apretado calendario no le permite acceder; una comunidad indígena que, para esquivar a los turistas, simula ante cada estudioso una cultura distinta; un magnate revolucionario, con el fin de provocar el estallido de la revolución, crea una fábrica regida por un insostenible sistema de explotación de los obreros; un escritor descubre que, tras la propuesta de su editor de publicar sus cuentos completos, se esconde una verdadera amenaza de muerte; una bibliotecaria archiva investigadores en lugar de sus trabajos.

 

La literatura de Zaldua desprende un humor que cala profundamente entre los lectores de 20 a 45 años. Su capacidad para parodiar tanto los distintos tipos de discurso, literarios o no, como los problemas de nuestra sociedad lo convierte en uno de los grandes descubrimientos de Lengua de Trapo para la próxima temporada.

 

 

 

 

 

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