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SUITE FRANCESA - NÉMIROVSKY, IRÈNE

 

 

Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942) recibió una educación exquisita, aunque tuvo una infancia infeliz y solitaria. Tras huir de la revolución bolchevique, su familia se estableció en París en 1919, donde Irène obtuvo la licenciatura de Letras en la Sorbona. En 1929 envió su primera novela, David Golder, a la editorial Grasset, dando comienzo a una brillante carrera literaria que la consagraría como una de las escritoras de mayor prestigio de Francia. Pero la Segunda Guerra Mundial marcaría trágicamente su destino. Deportada a Auschwitz, donde sería asesinada igual que su marido, Michel Epstein, dejó a sus dos hijas una maleta que éstas conservaron durante decenios. En ella se encontraba el manuscrito de Suite francesa, cuya publicación en 2004 desencadenó un fenómeno editorial y cultural sin precedentes: la novela se tradujo a treinta y nueve idiomas, obtuvo numerosos premios —entre ellos el Premio Renaudot, otorgado por primera vez a un autor fallecido— y fue uno de los libros más leídos en todos los países donde se publicó, con más de un millón de ejemplares vendidos en todo el mundo. En España fue galardonada con el Premio del Gremio de Libreros de Madrid y también cosechó un sorprendente éxito comercial.

 

Marta Sanuy

 

“Suite Francesa” comienza con sonidos, como su título musical promete; los alemanes bombardean Paris. Siguen las notas de una fuga; la de los personajes que huyen cargando sus más ligeros y sus más onerosos miedos, que se cruzan sin encontrarse, se roban comida y gasolina, se reconocen o se niegan, raudos unas veces y ralentizados y silenciosos otras, siguen, buscan, temen, se aman deprisa, se separan: existen concentrados en muy pocos gestos que los distinguen y los animan. Nemirovsky los observa a todos desde la misma distancia, para ello se vale de la descripción de lo cotidiano: Los Michelet madrugan para ordenar un apartamento al que creen que nunca volverán, Charles Langenet sigue obsesionado con sus porcelanas, lo único que la guerra le puede romper, Madame Perícand y su compleja prole olvidan al abuelo, ¡ah! ¡y también está el gato de los Perícand!, un personaje portador de simbolismos “el gato sostenía con circunspección entre sus puntiagudos dientes un trozo de pescado erizado de espinas: comérselo le daba miedo, pero escupirlo sería una lástima”, un gato que con la libertad recupera el instinto cazador. También hay una bailarina especuladora que estará de por vida agradecida al azar de un bombardeo y un escritor sin recursos para la supervivencia. Todos son gigantes y diminutos, centrales pero prescindibles. Y todos huyen de la ciudad, van al campo.

 

Suite Francesa es ante todo un libro testimonial, Irene Nemirovsky lo escribió mientras acaecían los hechos que describe y no pudo terminarlo porque su condición de rusa y judía fueron suficientes para que los nazis, sin tiempo para los detalles, la hicieran desaparecer en un campo de concentración. Meses después, su esposo, Michael Epstein y su editor buscaban desesperadamente entre sus libros de juventud los fragmentos en los que criticaba a los bolcheviques y a los judíos para intentar salvarla. Los encontraron pero no sirvió de nada. “Suite Francesa” es recomendable por muchas cosas, sobre todas ellas porque es un libro escrito por alguien que encontró tiempo para pormenorizar lo trascendente en medio de la peor urgencia.

 

 

LOLA GALÁN 16/04/2011

 

No era una buena judía para los responsables del Museo del Judaísmo de París, que rechazaron la exposición sobre su vida.

 

"Fue la Françoise Sagan de su época, pero en 2004 era una autora olvidada", dice su redescubridor, el editor de Denoël.

 

"Mi madre no ocultó nunca que era judía. Si se convirtió al catolicismo fue para salvarse", dice la hija de Némirovsky.

 

 

La leyenda de Irène Némirovsky, la escritora de origen judío, crece. Su pueblo y su país de acogida le dieron la espalda. Murió en Auschwitz (Polonia). Tuvo un éxito precoz, luego el olvido y una recuperación póstuma con su obra Suite francesa. Ahora se edita Los perros y los lobos, su última novela publicada en vida, y se prepara una exposición y una película.

 

El salón de la casa de Denise Epstein, en la novena planta de un edificio moderno en un barrio popular de Toulouse, es una especie de santuario dedicado a su madre, Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942).

 

Denise, 81 años, es la única superviviente de una familia destrozada por el delirio nazi (a la deportación a Auschwitz de Irène le siguió la de su marido, muerto en las cámaras de gas el mismo año), por el dolor y la enfermedad.

 

Esta dedicación casi obsesiva explica que guardara durante décadas el manuscrito de la última obra de su madre. La inacabada Suite francesa, publicada por ediciones Denoël en 2004.

 

Una obra escrita, como dijo la autora, "en la lava ardiente". Una historia en tiempo real de la guerra y sus efectos en una comunidad burguesa europea. Némirovsky retrata con certera crueldad la reacción del pueblo francés a la ocupación alemana. Obsesionados por la comida y los objetos mientras el mundo se derrumba a su alrededor. El aplauso póstumo fue general. Desde entonces, la vida de Epstein gira todavía un poco más alrededor de la de su madre, convertida en una autora superventas, traducida a 35 idiomas.

 

"Cuando nos lanzamos a publicar Suite francesa, era una autora completamente olvidada", reconoce Olivier Rubinstein, su redescubridor, y responsable actual de la editorial Denoël, en su amplio despacho de la sede parisiense, que se asoma a un patio interior lleno de árboles florecidos.

 

Rubinstein conocía a Némirovsky y leyó el texto con interés, pero sin la menor sospecha de que tenía en sus manos uno de los mayores éxitos editoriales de Denoël. Suite francesa fue un superventas total, no solo en Francia, o en España, donde conquistó el Premio de los Libreros de Madrid, y tuvo una excepcional acogida. La edición en lengua inglesa superó el millón de ejemplares de ventas y sirvió, como dice Rubinstein, para descubrir "no solo una obra excepcional sino a una autora muy importante". Una autora que todavía no ha terminado de cosechar triunfos.

 

Los Némirovsky, huidos de la revolución bolchevique, se instalarían en París en 1919, después de una etapa en Finlandia y un breve paso por Suecia. París era el centro del mundo y la jovencísima Irène, educada en francés por su institutriz, encontrará allí, finalmente, su lugar en el mundo. Y su patria, en el idioma francés, como ha dicho su biógrafo, Olivier Philipponnat.

 

La patria francesa, esa a la que siempre aspiró, la rechazó brutalmente, pero también su pueblo, la comunidad intelectual judía, ha tenido dificultades para aceptar su visión políticamente incorrecta de lo hebreo. Némirovsky, alabada como una autora excepcional, dueña de un estilo que mezcla elementos clásicos a lo Balzac, o a lo Tolstói, y elementos de una sorprendente modernidad por su visión mordaz del mundo, no representa el prototipo de la judía perfecta a ojos del Museo de la Historia del Judaísmo, de París, que rechazó la exposición. Será, finalmente, el Memorial del Holocausto, con sede también en la capital francesa, el que acoja la muestra. Y los mismos que aplaudieron Suite francesa retomaron con furia la controversia sobre el antisemitismo de la autora.

 

Némirovsky también se refugió con su marido y sus dos hijas en un pueblecito, Ivry-L'évêque, pero, víctima probablemente de una delación, fue detenida allí por los gendarmes, el 13 de julio de 1942. Del campo de Pithiviers fue conducida a Auschwitz, cuatro días después, en el convoy número 6. Nunca regresó. Aparentemente murió de tifus un mes después, pero Rubinstein no lo cree. "Después de la guerra, cuando la gente pedía un certificado de fallecimiento, decían que todos los prisioneros habían muerto de tifus, cuando, evidentemente, habían sido gaseados, porque está claro que los prisioneros que no podían trabajar eran eliminados de inmediato. Desde luego no hay testigos. En todo caso la diferencia es pequeña". Para el editor está claro que todo lo que hizo la propia Némirovsky, publicar sus obras en revistas antisemitas como Gringoire o Candide, codearse con escritores próximos a la derecha, reclamar sin éxito la nacionalidad francesa en 1939, pedir ayuda a amigos y editores aun a riesgo de humillarse, no son sino conjugaciones de un mismo y comprensible verbo: sobrevivir.

 

Cierto que algunos autores franceses de la época se unieron al partido comunista, como Louis Aragon, o combatieron personalmente contra el nazi-fascismo, como André Malraux. Pero muchos otros se refugiaron como pudieron bajo el ala alemana, decididos como Némirovsky a sobrevivir. Desgraciadamente, ella no lo consiguió. Mientras su odiada madre, Anna, vivía regiamente en Niza, disfrazada de refugiada letona, mientras Nathalie Sarraute huía, como tantos otros judíos instalados en Francia, Némirovsky se empeñaba en permanecer en una "patria" esquiva cuando no decididamente traidora.

 

"Hemos tenido etapas de mucha cólera mi hermana y yo", reconoce Denise Epstein con la mirada perdida. "¿Por qué no huyó? ¿Es que quería escribir a toda costa Suite francesa? Quizás, el hecho de haber vivido ya un exilio le hizo más reacia a volver a partir. Quizás el abandono brutal que sufrió le causó una fatiga, un agotamiento, una falta de esperanza en relación con los seres humanos, que pudo quitarle las ganas de huir. Además, creo que debía haber problemas financieros. Tenían las cuentas bloqueadas, solo le pagaba un editor, Albin Michel. Pero es cierto que el pueblo donde nos refugiamos estaba cerca de Lyon, podríamos haber llegado a Suiza fácilmente".

 

¿Quería Irène Némirovsky experimentar hasta el final con la guerra y la ocupación, esa "lava ardiente" de la que habla en una de sus últimas cartas? Consciente de que solo las situaciones extremas permiten conocer al ser humano, ¿quiso apurar hasta el final ese cáliz? ¿Quiso escribir su Guerra y paz sobre la materia viva de una guerra que todavía no había mostrado su peor rostro? Suite francesa estaba proyectada como una obra en cinco partes. Solo han sobrevivido Tempestad en junio y Dolce, las dos primeras. Cautividad, la tercera, fue apenas esbozada. Pero en las notas sobre ella, Irène se refiere a los campos de concentración, casi como una certeza. Ya sabía que no podría acabarla.

 

 

«Una narración de un vigor extraordinario.» Le Monde

 

«Una obra excelente.» New York Times

 

«Es preciso leer este libro.» Le Nouvel Observateur

 

«Una obra maestra.» L’Express

 

«Un libro de una calidad literaria excepcional.» TLS

 

«Sensacional recuperación (…) Némirovsky registra con portentosa serenidad, sin consentirse ninguna flaqueza sentimental, la perturbación de los hombres y mujeres zarandeados por la guerra. (…) Se trata de una escritora que crea adicción.» Babelia

 

«La lectura de este libro significa mucho más que el simple acercamiento a un documento trágico de una época fundamental para la historia de Europa.» ABC de las letras.

 

«Literatura de la mejor cepa. (…) Suite francesa por lo tanto, además de ficción pura, es un documento personal y directo del mismo rango que el Diario de Ana Frank o Una mujer en Berlín de autora anónima.» Culturas.

 

«Hay novelas llenas de verdad capaces de conservar intacto entre sus páginas un trozo del mundo. Ésta es una de ellas.» Territorios.

 

«Suite francesa es una excelente novela que ha crecido con los años. (…) La obra de Némirovsky debe interpretarse como un acto de resistencia del espíritu contra el fanatismo y la intolerancia Sus palabras aún nos iluminan.» El Cultural.

 

«Un fresco extraordinario, de una hondura humana e inteligencia literaria prodigiosos.» Caballo Verde.

 

 

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