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ÉBANO - KAPUSCINSKI, RYSZARD

 

Kapuscinski era un periodista polaco que hizo varios viajes a distintos países de África como reportero.

 

En este libro, nos describe sus vivencias. Vivió con y como los africanos, no se ospedaba en hoteles, sino que alquilaba viviendas en sus barrios, iba con los amigos que hacía a sus pueblos de origen y así nos puede narrar cómo son los distintos países que él visitó: Ghana,Tanzania, Zanzíbar, Nigeria, Sudán, Chad, Etiopía, Somalia, Ruanda, Uganda, Liberia, Camerún, Eritrea…

 

Kapuscinski pone especial esmero en trasladarnos físicamente al lugar. En que entendamos lo que significa estar allí. En que sintamos África.

 

Si queremos acercarnos a la realidad africana, es un libro imprescindible. Me gustaría que fuera una lectura obligatoria en algún momento de la formación educativa. Nos muestra con gran veracidad cómo es África desde dentro. La luz, el olor, su pegajosa materialidad. La gente, su fuerza, gracia y aguante, cómo se mueven con desenvoltura y naturalidad, y a un ritmo que el clima y la tradición se han encargado de marcar. Cómo el hombre blanco aparece como un cuerpo extraño, estrafalario e incongruente, con la camisa empapada en sudor, atormentado por la sed, el tedio y la sensación de impotencia. La gracia de las mujeres al caminar con sus hijos y bultos. La falta de carreteras y caminos debido a que los africanos siempre se han desplazado a pie, llevando todo sobre sus cabezas. El papel del jefe, el culto a los antepasados, la brujería... Lo que significa un error en los lugares más tórridos del planeta: en el desierto somalí significa la muerte. En la estación seca, el día, sobre todo alrededor de las doce, se convierte en un infierno imposible de soportar. A esas horas la gente, los animales y las plantas se quedan inmovilizados, se petrifican.

 

El narrador cuenta historias que jamás supe, batallas, creencias, migraciones. Nos habla del comercio de esclavos africanos, que se prolongó durante trescientos años, la huella más dolorosa y duradera. Siglos de desprecio, humillación y sufrimiento que han creado en ellos un complejo de inferioridad y un sentimiento de daño moral jamás reparado. Los problemas que llegaron con la colonización, tanto de los europeos como de los árabes, y más tarde con la tan ansiada independencia de las metrópolis. Bismark y los colonialistas europeos, en la conferencia de Berlín, al repartir África metieron unos diez mil reinos en las fronteras de apenas cuarenta colonias.

 

La gente pensaba que la libertad, la independencia, significaba un techo mejor, un cuenco de arroz mayor... Que se produciría un milagro. Pero no fue así. Las élites se dedicaban a llenarse los bolsillos. Casos como el de Amín, dictador de Liberia, terrorífico. El pueblo sufrió terribles matanzas durante su dictadura, pero luego, el vídeo de su captura y tortura hasta su muerte era lo que más veía la gente. Liberia, país al que fueron trasladados los antiguos esclavos de Norte-América. El de Sudán, donde tienen que convivir esclavistas y antiguos esclavos…

 

Describe un ataque de malaria con gran realismo porque él mismo la padeció. Pero también nos habla de la belleza de Kampala y de Zanzíbar, de las iglesias talladas en el interior de la montaña en Etiopía…

 

Kapuschiski se pregunta si África carece de sentido crítico. Si tiene solución. Sus intelectuales, en gran proporción, viven en el extranjero. La situación política es terrorífica. Asesinatos, torturas, corrupción... a una escala tan enorme que no es cuestión de ONGs, sino de alta política. La civilización moderna no ha aportado ni la luz eléctrica, ni el teléfono. Lo único que ha llevado son las metralletas.

 

 

 

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