top of page

POBEÑESES - GONZÁLEZ, MIGUEL

 

(Premio Euskadi de literatura 2002)

 

Imaginación, sensibilidad y, sobre todo, mucho humor esparcidos por este puñado de buenas narraciones que bastarán para dar fama eterna a un pueblo que no queda muy lejos de Bilbao, (Pobeña es un barrio de Muskiz, Bizkaia. En un entorno minero y marinero) y a un autor, Miguel González San Martín, que con este nuevo libro rompe con su leyenda de lúcido escritor que interpreta la vida desde un rincón secreto.

 

El jurado, que concedió el premio por mayoría, destacó que la obra de González San Martín asume que todo entorno geográfico puede ser adecuado para expresar la complejidad humana. 'Con este libro el autor levanta una nueva tierra mítica, llena de impresiones sugerentes y de extraordinaria densidad literaria', según recoge el fallo.

 

Ugarte destacó que el premio a Pobeñeses es también un reconocimiento explícito a una obra literaria breve, pero compacta y trabajada. González San Martín, secretario de la Fundación Centro Asociado de la UNED de Vizcaya, es autor del libro de relatos El tranvía aéreo (1991) y de las novelas Hotel Ucrania (1996) y Dos entradas para Wembley (1998).

 

González San Martín quiso compartir su premio con el editor de Bassarai, Kepa Murua, por la confianza en su obra, que definió como 'una aventura complicada y hermosísima'.

 

Los relatos, explicó, están hechos 'con verdades y mentiras que han dejado perplejos a los pobeñeses'. El autor reveló que sus cuentos surgen de imágenes que circulan por sus recuerdos. 'La realidad es plastilina o mármol con la que uno hace lo que puede', dijo. 'No son historias reales, pero podrían haberlo sido'. Apuntó que no deseaba hacer pintoresquismo, sino demostrar que es posible hacer literatura a partir de personajes sencillos. '¿Por qué Pobeña?', le han preguntado muchas veces desde que publicó el libro. 'Y ¿por qué no?', ha sido su respuesta.

 

ALGUNAS IDEAS DE SUS  RELATOS

 

ANDAR POR BILBAO

Seguíamos nuestro itinerario con paso seguro, confiando en que nuestra presencia pasaría inadvertida, dos personas corrientes que suben y bajan por las calles con desenvoltura.

 

Siempre le preocuparon mis bronquios y acabé teniendo asma de tanto vigilar mi respiración.

 

Exámenes por libre en el instituto. El padre ataba los bocadillos con hilo bala.

 

DEJA LA PLUMA, DUCATI

Ducati compró una libreta de notas y la llenó en un santiamén. Y luego otra, y otra. En un naipe, “deja la pluma Ducati, si sabes lo que te conviene”.

 

La guerra no ha hecho más que empezar, Ducati. Te vas a enterar de cuántos escritores caben en este pueblo.

 

LA GENTE DEL CINE

A los pocos días de su llegada conocíamos por la prensa sus proyectos cinematográficos.

 

Alfredo Landa es el verdadero protagonista.

 

WINSTON EGUNA

Me gustaban los padres de los demás.

 

A cierta edad se les despierta el temor de que su paso por el mundo quede casi desapercibido, y el deseo de ser recordados con simpatía. Aspiran a una modesta parcela en la posteridad.

 

Se puso a trabajar en la escollera.

 

En pocos minutos la lancha se fue a pique y entonces comenzaron a subir por la ría docenas de contenedores de tabaco americano. Parece que hubo quien sacó cien mil pesetas de las de entonces.

 

EL OFICIO DE LOS SANTOS

La señorita Clara era distinta de las demás. Sonreía siempre.

 

Circulaba muchas historias de la señorita Dulce. Decían que en ocasiones la habían visto en la sala de profesores con la cara sofocada y la bata entreabierta. Yo no me lo creía, pero pensaba que a nadie se le habría ocurrido contar historias así de la señorita Clara, porque no daba ocasión.

 

Yo llevaba la voz cantante porque no en vano era el encargado de apuntar cuando no había profesor.

 

Y al fin a todos, menos a la señorita Clara, les dio por reír y reír, y tras ellos lo hicieron a carcajadas mis compañeros, quienes se volvían hacia mí  y me señalaban con el dedo, sobre todo aquellos a los que yo solía apuntar más a menudo en el encerado.

 

Limpió mis lágrimas con el pañuelo que le habíamos regalado, recostó mi cabeza contra su pecho y se puso a darme besos delante de todos.

Llegué a querer a la señorita Dulce mucho más de lo que nunca había querido a la señorita Clara.

 

LOS PARAÍSOS TERRENALES

Eduardo Varela visita todos los jueves a Doña Isabel. Al despedirse dejaba sin decir nada una carta de amor de Facundo Perezagua. En un baile Doña Isabel habla con Facundo Perezagua y se desmaya al enterarse que él nunca le ha escrito cartas de amor.

 

EL HABITANTE DE LA SOMBRA

Gato García no comprendía que la maestra nos pegaba por nuestro bien. Hay que tener coraje para hacer lo que hizo: subirse al campanario y quedarse allí días y días.

 

LA TREGUA

Una tregua entre los dos bandos carlistas. Un cura de intermediario. Un soldado que espera un hijo. Una negociación infructuosa.

 

ESTAMBUL Y MI TÍO ERNESTO

Debía mi vocación viajera a mi tío Ernesto. Nadie me habría sabido trasmitir como él su entusiasmo por las catedrales o las islas griegas. En Estambul comprendí  que nunca iba a poder contemplar el mundo esperado. Nos dimos cuenta que no había manera de revivir el pasado.

 

ALÍ, BOMAYÉ

Cabalgata en  Pobeña con un auténtico rey negro. Al finalizar para decirle algo amable le dice: Alí, Bomayé. Un recuerdo que había oído decir en un combate a los congoleños. El negro se ríe y comienza a tararearlo y todos le siguen. La maestra se entera que quiere decir: Alí, mátalo, y manda callar a todos.

 

Como agradecimiento le compran toda su mercancía de gafas, paraguas, linternas… Le dejan dormir en las cocheras. A la mañana siguiente se ha ido, pero no se ha llevado nada.

 

EL AÑO DE LAS FRANCESAS

Llega un autobús de francesas y todos van a ayudarles. Al protagonista le parece que para impresionarlas  hay que hablar de libros, de la muerte, etc. Pero los otros tienen más éxito con miradas y tonterías. Así que un día descubre a la que más le gustaba extasiada mientras su amigo le mete mano. En la despedida le da un beso dulcísimo que le deja tonto.

 

 

DESEMBOCADURA DE H. EN POBEÑA

Corría el año 46 cuando atracó en la dársena del cargadero un barco alemán. Bajaron ocho marineros y sólo regresaron siete.

 

Un amigo se pone a investigar. Un comunista le cuenta que el coche de la social no ha parado de recorrer el camino entre Musques y Pobeña.  Otra, el susto que le dieron a un pobeñés cuando le dieron el alto junto al chalet del inglés.

 

Van a investigar con prismáticos y ven que el inquilino es un enfermo Hitler. Deducen que de ahí le llevarán a un sanatorio a morir despacio. Piensan que le habrían hecho un favor, de haberlo matado.

 

EL GRAN MENDOZA

Pelea entre el Gran Mendoza, que provocó en el público un murmullo de decepción, y el Indio Cherokee, joven, musculoso y de buena planta. Mientras el combate era limpio, el Indio llevaba ventaja, pero, en cuanto se descuidaba, Mendoza hacía de las suyas.

 

Ganaría, pero le iba a costar más de lo previsto. Así tenía más mérito y era todo más real, como en la vida, que el bueno acaba ganando al cabo de mucho tiempo, y a veces nunca. No siempre en la vida cada cual tiene lo que merece y es conveniente saber esto cuanto antes. Muchas personas son desgraciadas porque consideran que la vida no las trata con justicia, pero no se adelanta nada con dejarse llevar por la amargura. Hay que seguir peleando.

 

Mauricio Pedernal le dio un golpe seco con el mango de una azada que resonó en nuestros oídos cayendo redondo al suelo.

 

El Indio fue el primero en socorrer al herido. A continuación, como un felino, saltó desde el ring sobre el agresor. Y le retorció el brazo.

 

Y VOLVÍAN CANTANDO

A raíz de la batalla de Somorrostro, en la segunda carlistada, el gobierno liberal  otorgó un privilegio a los habitantes del pueblo que estuvieron con las armas en la mano en el bando vencedor. Por él se les concedía la exención de quintas a ellos y a sus hijos. Pasado el tiempo, y habiéndose declarado la guerra de Cuba, incluían en el privilegio no sólo a quienes correspondía por ley sino a todos aquellos que entregaran seiscientos reales y el voto. En el resto de España la exención salía por los seis mil, al alcance tan sólo de las familias adineradas.

 

Mateo, amigo de Lucio, intenta comprar la exención de su amigo, pero no lo consigue. Lo denuncia en el periódico. Se lamenta, pensando que Lucio va a morir por las rentas cubanas con las que los Mateos habían vivido sin trabajar durante generaciones.

 

 

INSTRUCCIONES DE VUELO

Un avión hace un aterrizaje forzoso. Martín y sus compañeros, que se encontraban en el lugar, van a rescatar a los viajeros. Sólo está el piloto. Al quitarle el casco ven que es una mujer. La baja al suelo en brazos y le hace el boca a boca.

 

Ella les pide que no la delaten. Esconden el avión en un hangar y a ella la acomodan a su lado.

 

Martín, que tenía una relación muy estrecha con el maestro, descubre que sabía cosas que no había aprendido, como si le hubieran abierto el cerebro y depositado en él todas las enciclopedias.

 

El maestro investiga y le dicen que se trata de ciencia infusa y que todos los que la han experimentado hablan de las nubes, de un viaje, y deducen que no hay aviones que puedan hacer lo que hizo el que aterrizó en Pobeña.

 

Martín, gracias a los conocimientos adquiridos, es capaz de reparar la nave. En el momento de partir, Martín está tan deprimido que la aviadora decide llevárselo con ella.

 

El maestro y sus amigos observan todo desde lo alto de un acantilado. Observan cómo el artefacto se elevaba de manera vertical y multiplicaba su velocidad por mil.

 

Todo esto sucedió entre la primera y la segunda república.

 

(Me gusta mucho el personaje del maestro. Les decía a menudo a sus alumnos: “Las sociedades serán mejores cuando los hombres sean más sabios”.

 

También es preciosa la descripción que hace de la llegada de los libros de lectura al principio de curso).

 

LA BUENA HORA

Recuerdos de la guerra. Del paso de cazas del enemigo. De bombarderos. El protagonista va de chófer de un camión. Las familias huyen como pueden. En un momento dado se encuentran todos. Al cabo de sesenta años recuerda ese día como uno de los buenos días de su vida.

 

AMÉRICA

Veinte años esperando a su novio que fue a América. Había esperado sin una queja, ni siquiera con el pensamiento.

 

Qué le iban a decir que no hubiera ya temido. Cuántas veces imaginó a las pálidas criollas, lánguidas y perfumadas, a las mulatas que atraen a los desmemoriados hacia su elástica piel de canela.

 

Los hombres regresan de América cuando han superado la prueba, y no vuelven si fracasan.

 

El día que regresó fue primero a la ermita. Era el tiempo que ella necesitaba para sacudirse el aturdimiento que produce la vida en las pocas ocasiones en que desborda el deseo.

 

DOMINGO DE INVIERNO

Se hizo tradición que tocara el txistu en el fútbol con criterio semejante al de la música en los toros. En eso no se casaba con nadie; siendo el hincha más fiel, era también el más exigente.

 

Una tarde aciaga, decide que el amor a los colores se demuestra en estos casos, y se acerca al vestuario a tocar, a pesar de que habían perdido seis a cero. Uno de los jugadores, creyendo que se está burlando, le rompe el txistu y el tamboril y le da patadas  hasta que los demás lo sujetan.

 

Aquella tarde infausta se quitó de la música y del fútbol.

 

EL ACANTONAMIENTO

La noticia de que una compañía carlista iba a acantonarse en Pobeña corrió de boca en boca. Pero D. I. no se quedó tranquilo. Desconfiando de los bancos, tenía escondidas en casa las monedas de oro en que había convertido el esfuerzo de toda una vida patroneando

un lanchón de carga. De miedo porque “siempre hay alguien dispuesto  a disfrazar de entusiasmo militante la envidia o un rencor viejo”, decidió coser la bolsa al cinto y pasar la noche en los acantilados. No volvieron a verlo nunca.

 

EL CANTANTE INGLÉS

En un viaje coinciden en un hotel dos excompañeros de clase: uno ha viajado con su mujer, el otro está tocando el piano.

 

El pianista era un mal alumno. Engañaba a sus padres con falsas enfermedades y se quedaba un trimestre entero en cama leyendo cómics. Los compañeros le ayudaban a pasar los exámenes.

 

Era un tipo especial. Cuando eran adolescentes creó un grupo musical. Él hacía y deshacía todo a su antojo. Decidió quitar al cantante, y pusieron a un chico inglés. Pero, de repente, él se pasó a otro grupo y los dejó a todos plantados.

 

Ahora en el hotel les ofrece su suite porque él no la necesita. Su compañero no se lo puede creer. Siente la sensación de que hay que salir pitando de ese lugar.

 

 

bottom of page