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EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS - BUZZATI, DINO.

 

Dino Buzzati Traverso (Belluno, 16 de octubre de 1906 – Milán, 28 de enero de 1972) fue un novelista y escritor de relatos italiano, así como periodista del Corriere della sera.

 

Enviado especial del Corriere a Addis Abeba en 1939 y reportero de guerra en 1940 en el crucero Río, ese mismo año publicó el libro con el que alcanzó fama internacional y que es unánimemente considerado como su obra maestra, El desierto de los tártaros (Il deserto dei Tartari): en vísperas del conflicto, imaginó la alegoría existencial del teniente Giovanni Drogo, destinado a que su existencia transcurra en una fortaleza perdida, en una época sin precisar, en la inútil espera de un enemigo que no llega (en 1976 Valerio Zurlini la adaptó y realizó una película muy sugestiva).

 

 

El desierto de los tártaros (en italiano Il deserto dei Tartari). Considerada la obra maestra de Buzzati, en 1976 fue llevada al cine por Valerio Zurlini. Jorge Luis Borges escribió el prólogo de la traducción al español, en la cual ensalza tanto a la obra como al autor.

 

Sinopsis

 

La novela narra la vida adulta del teniente Giovanni Drogo, quien es destinado a la Fortaleza Bastiani tras completar su formación militar. La Fortaleza se sitúa frente al desierto (legendariamente ocupado por los tártaros) en una "frontera muerta" con el Reino del Norte. A pesar de la soledad y el hastío que inicialmente siente Drogo, éste decide sacrificar su juventud y su vida permaneciendo en la Fortaleza a la espera de la gloria que una guerra con los tártaros le pudiera propiciar. Sin darse cuenta, los años y los meses pasan, y Drogo, ascendido a capitán, continúa tratando de darle sentido a su vida, soñando con que algo importante suceda en la frontera. Entre tanto sus antiguos amigos, que seguro le han olvidado, viven felices en la ciudad con sus mujeres e hijos. A Drogo, en cambio, tan sólo le quedan sus compañeros militares de la Fortaleza.

 

Cubierta

 

El propio Buzzati, pintor, además de escritor y escenógrafo, realizó el diseño de la portada para la obra. Se trata de un óleo sobre lienzo que muestra en primer plano el uniforme y la gorra de un oficial, y de fondo el desierto con el caballo negro (el mismo que protagoniza varias escenas de gran tensión en la mitad de la obra).

El cuadro recuerda la obra de pintores surrealistas, sobre todo René Magritte.

 

Influencia

 

La obra ha influenciado notablemente la novela contemporánea dentro y fuera de Italia. Prueba de ello es Esperando a los bárbaros, novela de Coetzee publicada en 1980 e inspirada profundamente en El desierto de los tártaros.

 

 

 

 

La obra literaria de Dino Buzzati remite  por una parte a la influencia de Kafka, por el escarnio y la expresión de la impotencia humana enfrentada al laberinto de un mundo incomprensible. Pero también remite al Surrealismo, como acaece en sus cuentos en donde la connotación onírica está siempre muy presente. Aunque tal vez el más convincente de los intentos de establecer relaciones haya que buscarlo en su parentesco con las corrientes existencialistas de los años 1940–1950. O en la proximidad al espíritu de La náusea (1938) de Jean-Paul Sartre; o en la de Albert Camus con El extranjero (1942). Por otro lado debemos volver a remarcar que El desierto de los tártaros ha gestado la total notoriedad del autor, que conoció con esta novela el éxito mundial; obra no desprovista en sus descripciones de una cierta relación con un «presente perpetuo e interminable», que vinculan este tópico con otros dos grandes clásicos: Georges Perec y Las cosas, y Thomas Mann con su Montaña mágica.

 

 

 

En 1976 el director Valerio Zurlini estrenó una ambiciosa versión cinematográfica de la novela.

 

 

Un escenario simbólico difícilmente superable en la representación de la tragedia de la vida humana.

 

Un héroe solitario, «regido por el método de la postergación indefinida y casi infinita».

 

Entre los temas de fondo propios de la narrativa de Buzzati y que, sin duda, son centrales en El desierto de los tártaros están el transcurrir irrefrenable del tiempo, la decadencia física, la inútil espera de los acontecimientos importantes, la conciencia de una existencia equivocada..., la vida que aspira a la gloria de la épica y, sin embargo, se colma de aliento trágico.

 

Todo el paisaje que en ella se dibuja aparece no solo como un entorno geográfico, o como un escenario físico para la acción, sino también como un espacio psicológico para los hombres que lo habitan, y todo un ámbito claustrofóbico para el ejercicio de la conciencia del ser humano, un laberinto en que perderse o desaparecer.

 

Cumple esta obra, por tanto, con una de las más importantes funciones de la literatura, la de crear ámbitos en que el hombre pueda ensayar, a través de la representación estética, su comprensión de conceptos como el del tiempo y el conocimiento de su propia condición. La vida de Drogo, el protagonista, realizará ese viaje al desierto y transcurrirá por el interior de la Fortaleza Bastiani, y de sus laberínticos muros, hasta el momento en que encuentra la salida, el momento en que puede, por fin, reconocerse a sí mismo. A este respecto, quizá no sea exagerado afirmar que esta novela de Buzzati configura, mejor que ninguna otra novela del siglo XX, un espacio literario paradigmático como locus melancholiae, una geografía o un escenario poéticos difícilmente superables para la representación simbólica de la tragedia del hombre contemporáneo.

 

El ambiente militar, con sus disciplinas y reglas rígidas e inexorables, permitía plasmar el tema de la vida y la esperanza que pasa inútilmente, con mayor evidencia que ningún otro.

 

Este contexto es el que le servirá a Buzzati para situar un argumento en que el tema del tiempo, una vez más, aparece como eje central de su obra.

 

En la elección del tema y en su desarrollo en el argumento reside buena parte de la eficacia de la manifestación de la melancolía, como elemento tonal dominante en toda la obra. Un argumento bien simple y, sin embargo, desde el primer capítulo, está penetrado de un inquietante ambiente de misterio.

 

A falta de acontecimientos más heroicos, cada una de las acciones que van conformando el fluir de esta vida que se relata está impregnada de una sensación de tristeza cada vez más espesa, frente a la que ni el lector queda inmune.

 

Después el miedo, el extrañamiento, el desarraigo y la sensación de soledad que experimenta le hacen encontrarse como «en una tierra extranjera, en un mundo duro e ingrato».

 

 

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