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LA ELEGANCIA DEL ERIZO -BARBERY, MURIEL 

 

La escritora francesa arremete contra la burguesía en 'La elegancia del erizo'.

 

OPINIÓN

 

En "la elegancia del erizo" se nos habla de filosofía, de lecturas  que nos hacen crecer, de la música que nos transporta y de un mundo interior que no queremos poner en evidencia para protegernos porque somos frágiles, y  nos cubrimos de espinas como las de un erizo. Paloma siente la indiferencia,  y  es más cruel que el odio, porque a veces lo esencial es invisible a los ojos, (terrible frase del principito),  y sólo con el corazón se puede ver bien. 

 

Aurora Intxausti Madrid 5 OCT 2007

 

Un libro que cae de una estantería, un gato que sitúa sus patas sobre el nombre de una mujer y la imaginación de Muriel Barbery (Bayeux, Francia, 1969) han posibilitado que los lectores puedan tener entre sus manos La elegancia del erizo (Seix Barral), una oda a la belleza de las personas que nos rodean y una crítica mordaz a la burguesía francesa. La escritora habla en su literatura de la soledad, de la inteligencia del individuo y de la solidaridad. La elegancia del erizo descubre a mujeres y hombres que viven juntos pero en mundos diferentes, separados por la cultura y las condiciones sociales. Cuenta una historia que emerge del número 7 de la calle Grenelle, un inmueble burgués de París, en el que nada es lo que parece. Dos de sus habitantes esconden un secreto. Renée, la portera, lleva mucho tiempo fingiendo ser una mujer común. Paloma tiene 12 años y oculta una inteligencia extraordinaria. Ambas llevan una vida solitaria, mientras se esfuerzan por vencer la desesperanza.

 

El personaje de la portera aparece fugazmente en La golosina, el anterior libro de la escritora, profesora de Filosofía en Bayeux, trabajo que abandonará durante un tiempo tras el éxito editorial logrado en su país. "Deseé crear un personaje en el que cupiese el desarraigo y la soledad más absoluta y que al mismo tiempo tuviese la capacidad de tener un amplio conocimiento de la vida y fuese una sabia". Muriel Barbery ha llegado a la conclusión de que "la inteligencia es algo transversal a todos los estratos sociales" y, por ello, tanto Renée como Paloma pueden compartir las mismas inquietudes intelectuales. A pesar de tener un físico muy poco agraciado, Renée es, en realidad, una experta en gramática, sensible con las naturalezas muertas holandesas, que lee a Tolstói, escucha a Mozart y al rapero Eminem, y le encanta el cine japonés de Ozu -una pasión que comparte también la escritora, que se trasladará un año a Villa Kujoyama en Japón para escribir su próxima novela-. "Si hubiera una intención en el libro sería la de mostrar a unos personajes solitarios", subraya Barbery, quien explica que la aparición de Paloma, que escribe un diario doble, se produjo cuando llevaba escrito el 80% del libro y tuvo que volver a empezar para darle un protagonismo mayor.

 

En La elegancia del erizo, la escritora alude a las dificultades de algunos seres humanos para entablar relaciones. "Es algo que a mí me resulta muy difícil. La mayor parte de mi vida la he pasado en un círculo muy restringido por el temor a lo desconocido". Habla Barbery de su crítica a la burguesía en el libro. "En mi país hay una gran fractura entre las clases sociales y un elitismo cultural muy fuerte. El fenómeno de la integración de la inmigración ha sido un absoluto fracaso".

 

La escritora se ruboriza ante una sesión fotográfica y huye de las cámaras de televisión, una timidez que le llevó a pensar en sus inicios que su obra jamás iba a ser publicada. "Cuando escribes te metes en un mundo impenetrable, tan íntimo que me resulta chocante que se vaya a publicar o salir a la luz lo que imagina mi mente y se va reflejando en el ordenador. Admiro a los escritores que tienen un plan o una estructura, pero yo me siento por la mañana y no sé hacia dónde voy a tirar. Además, si lo sé, malo, porque seguro que luego no vale para nada. Hay momentos en los que tengo la impresión de estar como en trance". Su peculiar forma de escribir se condensa en capítulos muy cortos que dejan al lector expectante ante los acontecimientos que va descubriendo en La elegancia del erizo.

 

Un filme basado en el libro de Muriel Barbery llamado La elegancia del erizo fue dirigido por Mona Achace y estrenado en Francia en 2009.

 

GREGORIO BELINCHÓN Madrid 11 DIC 2009 - 12:50 CET

 

Como la autora del best-seller, Muriel Barbery, vive en Japón, la veinteañera Mona Achache sintió una libertad inaudita: la adaptación de la novela francesa La elegancia del erizo se convertiría en su primer largometraje sin sentir en el cogote la respiración de la autora. Un hecho extraño en los tiempos que corren, de intervencionismo salvaje, que permitió a la cineasta amoldar a su gusto el insólito encuentro en un edificio burgués de uno de los barrios más burgueses de la capital mundial de la burguesía, París. En El erizo confluyen las vivencias de una niña que lleva la cuenta atrás de los días que le quedan para suicidarse, de la portera del inmueble, que esconde su desaforada pasión por la literatura, y de un recién llegado, un rico japonés apellidado Ozu (más claro...) que ejerce como catalizador de la catarsis de los personajes. Premio del Público en la última edición de la Seminci de Valladolid, El erizo parece destinada a seguir el camino de su libro madre: hacer dinero. Achache, madre reciente, de ojos inquietos, mira al interlocutor y sonríe beatíficamente. Si se ha lidiado con una actriz como Josiane Balasko -que encarna a la portera-una jornada de prensa es un día de respiro.

 

Pregunta. ¿Pensó en los miles de lectores transmutados posiblemente en millones de espectadores?

 

Respuesta. No me interesa ni seducir ni al público ni a los profesionales. O al menos no es el camino adecuado. Importa que te guste, que te seduzcas, que te sientas satisfecha tú como creadora.

 

P. ¿Y se ha autoseducido?

R. En una primera película hay muchas sorpresas, alegrías y decepciones... pero he logrado aportar mi propio mundo de vista. Las diferencias con la novela son obvias; yo lo que intenté es mantener el espíritu del libro, las sensaciones que me produjo cuando lo leí. Alejé los momentos más literarios para acentuar el aspecto audiovisual.

 

P. ¿Hasta qué punto es suyo el proyecto?

R. La inspiración viene del libro, pero son dos obras distintas. Por eso cada una tiene su título. En la novela había algo muy íntimo, que me tocó, pero yo no he hecho la adaptación visual de La elegancia del erizo, sino que he hecho mi película. Es una versión fiel a los sentimientos que me provocó su lectura.

 

P. En el filme defiende la familia no tradicional en vez de los lazos de sangre. Apoya un grupo de gente que se junta para disfrutar de su compañía y mejorar en común.

R. Es como el universo que habita el edificio: hay gente muy distinta que consigue cohabitar juntos. Ahí está la esencia de la complejidad de la familia. Y creo en el amor por encima de la obligación.

 

P. Balasko, una niña, animales, un actor japonés que se aprendió fonéticamente su papel... Suena a rodaje complicado.

R. Josiane es una actriz fuerte, de carácter, y fue un placer trabajar con ella. No me intimidó nada trabajar con ella y que derive su fuerza a la pantalla. Un ejemplo del saber de Josiane es cómo ella se transforma en la película: usó su talento físico -y muy poco maquillaje- para crear este cambio, de personaje desagradable, aunque con algo conmovedor a mujer amorosa y consciente de su valía.

 

P. Pero probablemente el público quiera ser más como el señor Ozu, alguien que mira más allá del físico.

R. Yo también, pero no estoy segura de que todo el mundo quiera ser así. Este personaje cree en el otro, en que hay algo más allá de las apariencias. Porque esta película va de la curiosidad sobre el otro. Nuestro instinto humano nos acerca a gente parecida a nosotros, y Ozu tiene acentuado ese poder, por encima de aspectos físicos, para encontrar almas gemelas.

 

P. ¿Usted se siente más cercana a Paloma, la niña, o más a la portera?

R. Ummm, más con la niña. Paloma tiene una mirada cínica ante la vida que yo también poseía.

 

 

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