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BROOKLYN FOLLIES - AUSTER, PAUL

 

 

He encontrado sobre esta novela una crítica buenísima. No puedo añadir nada más.

 

Blog Monología (Esteban):

Abandonad toda lectura: aprended del Maestro leyéndolo, directamente: sin teorías, sin cabezas atiborradas de datos. Solo leedlo: ved cómo se derrama la vida sobre, entre, o por debajo de las palabras: Cómo el lenguaje no ahoga sino que enaltece la acción. Cómo se deja leer como un buen vino se deja gustar.

 

Haced la experiencia de gastar tan solo unas pocas horas para terminar las 308 páginas de la novela: Así podréis comprender el valor exacto de la técnica, el lugar del lenguaje, el papel del narrador- testigo y protagonista-. Auster nos ahorra decenas de parrafadas destinadas a “explicar” lo que pasa: se concentra en “lo” que pasa, sin buscar esencias más allá de las existencias.

 

Eso es, exactamente: el abandono de toda cartilla moral, ética o estética sin caer en la nada burbujeante de absurdos; el humor sin caer en el guiño permanente; la gracia, la sorpresa, la inteligencia sin la pedantería del intelectual. Eso.

 

No voy a citar nada sobre el argumento de la novela, al fin y al cabo, la anécdota de las novelas se me olvida fácilmente, con lo que me quedo es con el trasfondo por el que transcurren y el de ésta nos viene a decir: mirad, ni investigación científica, ni creación artística, ni trabajo filosófico, nada, oídme, nada es para el humano más importante que el mundo de los afectos. Qué pena que a veces a conclusión semejante tengamos que llegar por vericuetos dolorosos: una enfermedad propia, un desencuentro con los otros, un vivir sin vivir en mí o un vivir disfrazado siempre de otro. Esta novela nos habla de la madurez, no porque el narrador protagonista esté a punto de cumplir 60 años, sino porque al fin descubre qué quiere ser, mientras está siendo en un presente que es gerundio lleno de desencuentros, encuentros, retornos y despedidas. En definitiva de aceptación por el devenir de una vida que fluye y a la que hay que hincar el tenedor a manos llenas, porque la vida es nuestro único y certero equipaje. Que a veces nos tenemos que sentir al borde de un precipicio para valorar aquello que perdimos y que ahora, nunca es tarde, queremos recobrar. Algunos de los hombres que atraviesan las páginas de Auster son hombres profundamente afectuosos -aunque torpes y desmañados en la expresión de esos afectos y por eso mismo solos- solos de esos que añoran una mujer, no ninguna concreta, sino la mujer como puente inexcusable para atravesar de una orilla a otra, de soledad a encuentro. Hombres tímidos y acomplejados por no cumplir con los cánones preestablecidos, que no tienen el valor de exponer unas conductas renovadas, aunque en Brooklyn Follies el narrador protagonista sí consiga agarrar por los cuernos el toro de su vida, asumir el balance de la que ha tenido hasta la fecha y de cómo quiere vivir la que le resta. Una asunción de lo que es, que viene a ser un "estar siendo" sin disfraces ajenos, por eso esta novela es profundamente alentadora, porque nos dice que esa vida sin imposturas es posible y que la expresión de los afectos y la asunción de uno mismo y el recobrado encuentro con aquellos que constituyen nuestro universo afectivo, pese a ser un camino a menudo incómodo, no es baldío sino cálido, probable, posible, pleno.

 

 

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